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jueves, 18 de febrero de 2010

Welcom back...wings to freedom

Hace mucho no entraba aquí y ya ni me acuerdo porque entre de nuevo, pero solo ver el nombre de mi blog me recuerda lo que siento en muchos instantes de mi vida, un instante que paso a momentos y momentos que pasaron a ser instantes eternos.

Run away. Es lo único que quiero.

No me voy a poner a contar detalles de todo lo que me ha pasado, porque seguramente a nadie le importa y estas palabras escritas jamás serán leídas. No me quejo tampoco; el silencio es el mejor aliado del sufrimiento y el único que no traiciona, tal vez porque no tiene voz, porque las palabras dichas al silencio no son repetidas, son murmullos que se convierten en susurros cuando el viento se los lleva. Pero el viento, no es algo que tiene un horizonte, más bien es un remolino que lo que hace es hacer de tus pensamientos un huracán que te devasta, que te enrosca, te sofoca y no te deja olvidar.

Lo odias, lo detestas, pero sabes que lo que lleva el viento, son tus propios pensamientos. Lo que quiere decir que te odias. Solo a ti. Pero eso que le contaste al viento, él lo guardara como un secreto eterno, puedes confiar plenamente que jamás saldrá una palabra de tu huracán y tu secreto morirá en paz.

Run away. Es lo único que quiero.
Wind, hurricane, save and bury my words.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Satelite

Luego de reírnos un rato caí en cuenta que así me diera pena tocar piano frente a él, estaba allí para eso, Thomas era solo mi instructor y yo su alumna, para desgracia mía no tenia ninguna posibilidad con él. Era injusto pero era imposible que él se fijara en mi, la verdad si se fijara en mi estaría ciego y no creo que lo este. Y una ves más la tonada melancólica y triste sonó en aquella habitación que de alguna manera me hacia sentir bien… o bueno…mejor.

La oscuridad invadía la habitación donde nos encontrábamos, la noche llegaba con un frío amenazante y en lo alto de la ventana un satélite se empezaba a ver. La luna es una gran inspiración y consuelo en los momentos difíciles, estando tan lejos es una gran compañía en la soledad, solo esta allí… viéndote sin decir ninguna palabra. Sentía una mirada en mi rostro, esto me saco de mis pensamientos, me di vuelta para verlo y estaba junto a mi, con las manos en las teclas de marfil pero con su mente en otra parte. Nuestros ojos se encontraron y sentí como la sangre subía por mi rostro, a pesar de la fría noche sentía calor junto a él, me sentía realmente bien.

Como era de esperarse ya era tarde para volver a mi casa, me despedí todavía sintiendo el calor en mis mejillas con un movimiento de mano, él se paro de la silla donde estaba y se acerco a mi, me quede sin respiración no sabia que hacer, de lo que si estaba segura es que sino recordaba que iba luego de exhalar pronto visitaría al medico y el diagnostico seria algo así como sofocación a causa del ser más hermoso del mundo y si no moría a causa de esto, moriría de pena.

-No te piensas despedir bien por primera vez?
Inhala!!!! Al fin lo recordé. Casi me desmayo, no se si fue por no respirar o por ver a Thomas tan cerca mío.
- y como se supone que es despedirse bien?
Él era más alto que yo, cuando estuvo al frente mío se agacho y antes de envolverme en sus brazos me dedico una sonrisa perfecta. No pude resistirme y también lo abrace, era una noche fría y pensé que su helada piel era normal, su olor… me embrujaba, me extasiaba, me enloquecía, sus risas me volvieron a la triste realidad donde me tenia que ir a mi casa, donde me tenia que alejar de él.

Me sostuvo la puerta hasta que estuve dentro del carro, prendí la calefacción y puse mi Volkswagen en marcha, llegue a mi casa y me encontré a mis padres abrazados, cuando miré con atención vi a mi madre llorando. OK algo anda mal aquí y no tengo muchas ganas de saber cual seria el drama del día de hoy. Hice el menor ruido posible y subí a mi habitación. Me puse la pijama y me recosté en la cama, todavía me preguntaba porque estaría llorando mi madre y entre pensamientos y respuestas hipotéticas quede dormida.

Al siguiente día una espesa niebla se posaba por las calles de Slobozia, este no es un lindo día, ni siquiera aquí donde nunca sale el sol. El llanto de mi madre el anterior día y el panorama de éste no auguraban nada bueno. Ya estaba lista para desayunar e irme al instituto, pero cuando baje no había rastro de mis padres, no sabia que pensar ¿debería estar feliz o preocupada?. Se me quito el hambre en cuanto vi el reloj y noté que llegaría tarde a la primera clase si no salía ya me di casa.

Las clases fueron normales, mi día transcurrió normalmente, pero ni Jackie ni Ben contestaban sus celulares. Esta situación ya no me estaba agradando. Tuve la esperanza de llegar a mi casa y encontrarme a mi madre con una sonrisa y una explicación incoherente del por qué de su desaparición

Pero la casa estaba vacía, en silencio total, solo se escuchaba el movimiento de los árboles al compás del viento y las hojas que crujían cuando las pisaba. Entre y mi madre me había dejado la comida sobre la mesa y una carta al lado, no se me apetecía comer nada pero si mi madre veía la comida servida se molestaría conmigo. Di un par de mordidas y sorbos ya sabiendo por lo menos que a Jackie no se la había tragado la tierra y si esto es así, Ben de seguro está bien.

Tome la carta y la metí en mi maleta, luego tendría tiempo de leerla. Manejé hasta la casa de mis sueños, donde todo era perfecto y de nuevo había llegado muy temprano. Me acerque a una ventana viendo las grandes gotas de lluvia estrellarse contra el cristal. Me acorde de la carta y la saque para leerla. La letra era la de Jackie, pensé que era otra de sus locuras pero cuando llegue hasta el final de ésta…simplemente… dos lágrimas recorrieron mi rostro.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Una historia frente a un piano

Que pasa cunado todo lo que tienes a tu alrededor pierde sentido, cuando lo que pensabas que era real no lo es, cuando cambia todo, cuando tu vida tiene un camino diferente y te sientes solo, nadie esta a tu lado, no ves salida.

Eso es lo que sientes al comienzo, la verdad sentí tantas cosas que no me acuerdo con claridad como sucedió todo; rápido, confuso, esas son las palabras que me llegan a la mente cuando recuerdo ese día tan extraño. Pero sobre todo dolor, un dolor que quema, que enloquece, pero que no mata.

Así es como lo recuerdo, pero esto no es el comienzo, la verdad de todo se esconde mucho antes de aquel aterrador día, la verdad nunca pensé que terminaría de esta forma… pero las cosas nunca pasan como lo esperas.

Me llamo Sophie, tengo 17 años y vivía en Transilvania para la época en que paso todo. Muchas personas identifican este lugar por los variados mitos que rodean estos paisajes sacados de un cuento. Hermosas colinas, bosques, ríos y tierras vírgenes. En este lugar, un pueblo pequeño llamado Slobozia, casi nunca se ve el sol, el cielo simple esta cubierto con nubes grises y espesas, muchos pensarían que tiene un aspecto aterrador pero pasado un tiempo te acostumbras y las pocas veces que hay sol se hace muy extraño.


La casa donde vivía era hermosa tenia un jardín verde lleno de rosas de todos los colores. Mis favoritas son las amarillas son las diferentes, las que nunca se notan al lado de una rosa roja o una blanca, pasan desapercibidas al lado de las otras. Quizás me sentía identificada por eso. Me gustaba tanto mi jardín que yo misma me ocupaba de arreglarlo, la rutina eran los jueves. Salía muy temprano de casa y les regaba agua, las arreglaba; a mi madre le encantaba que sus rosas no tuvieran espinas y yo era la que me encargaba de eso.

Siempre les quitaba todas las espinas, excepto a las amarillas, me gustaba que las tuvieran ya que como ellas yo también tenia espinas. Luego de mi tarea ardua de arreglar las rosas de mi jardín quedaba un poco lastimada, con algunas cortaduras en los dedos y pinchazos en las palmas, pero en realidad nada de que preocuparse.

Mi vida no era muy interesante hacia lo normal que hacia una chica de 17 años, estudiar para al fin salir a la universidad. Mi sueño siempre había sido estudiar en la prestigiosa universidad de Oxford. No era una alumna brillante, más bien me clasifico en una estudiante promedio pero aún así me esforzaba mucho para ganarme una beca o al menos media. Desde que cumplí mis 11 años empecé a ahorrar para ir me a la universidad y no a cualquiera sino a la de Oxford. También mis padres colaboraban con la causa me ayudaban con mi fondo para la universidad. Pero estaban muy asustados al pensar que me iba de la casa a aventurar en un mundo donde no los tendría a ellos como un apoyo.

Mis clases pasaban con tranquilidad nada nuevo pasaba en Slobozia. En mi semestre incluí una materia nueva. Música. Era lo único que me apasionaba, era como me expresaba sin que nadie se diera cuneta que lo que pasaba en mi mundo era un completo caos.

Muchos podrían decir que tenía una vida perfecta. Familia perfecta, amigas perfectas, y buenas calificaciones. Con eso bastaba para que pensaran que yo estaba feliz. ¿Pero realmente lo era?, pues no lo se, es tan confusa la mente en la adolescencia.

Cuando entre a mi primera clase de música me senté en el primer lugar que encontré. La clase empezó y el profesor nos dijo que debíamos escoger un instrumento, la mayoría escogió la guitarra y unos pocos escogieron el violín. Al parecer era la única que escogería el piano. Mi instrumento favorito. De pequeña mis padres me pagaron unas clases y aprendí lo básico luego mi profesor se fue del pueblo y decidía prender por mi cuenta. Fue una experiencia emocionante puesto que nadie estaba conmigo cuando lo hacia.

Me dijo que yo tendría un tutor especial y en un lugar diferente al colegio por que no teníamos piano. Al principio me pareció algo molesto tener que tomar mi clase fuera del instituto y con alguien diferente. Luego lo pensé bien me di cuenta que era perfecto, solo que mis clases ocuparían la mitad de mis tardes.

Jackie, mi madre se alegro mucho cuando le conté, mi padre se mostró un poco escéptico cuando le comente que tomaría mis clases en la tarde, pero aun así no me puso problema.

Al otro día en el instituto me encontré con Laila, mi mejor amiga, ella me comprendía bien y sabia cuando dejarme sola, eso era lo que adoraba de ella. Estuvimos hablando de la fiesta de invierno que abría la semana próxima y a la que por supuesto no pensaba ir. Ella por el contrario se encontraba muy emocionada y de cierto modo ansiosa. No me insistió demasiado puesto que sabía que cuando tomaba mis decisiones, estas eran definitivas.

Salí de clases y me fui a mi casa primero para dejar mis libros y come algo. Luego le pedí prestado el carro a Jackie que prácticamente era mío por que ella no lo usaba nunca y me lo cedió. Era un carro bonito no muy lujoso, pero si muy rápido, cosa que si lo supiera Jackie ya le hubiera dado algo.

Tome la carretera hacia al sur ya que el lugar donde me había dicho el profesor, donde me darían mis clases, era a las afueras del pueblo. Pase las casas blancas del borde de la carretera, todas tenían un aspecto elegante ya que todas estaba rodeadas de arbustos bien cortados y flores que los adornaban. Me agradaba mi pueblo, se podría decir que somos un de las partes alemanas que quedaban aquí. Ya que este país es multicultural.

Luego de 20 minutos de camino llegue al lugar. Era una casa mediana, de dos plantas, pero en ninguna de ellas se veía a alguien. Decidí entrar por que afuera ya empezaba a lloviznar. En la casa no había nadie pensé que mi tutor se habría olvidado de mí y eso de dio la oportunidad para recorrer el lugar. Luego de un corredor había un cuarto iluminado y en el centro un gran y hermoso piano de cola.

Era negro, brillante y me llamaba para que lo tocara me atreví a sentarme frente a el. Era imponente, nunca había visto un piano tan hermoso pensé que en el me perdería cada que lo tocara. Cuando puse mi dedo índice en una de sus teclas sentí que la puerta se abrió y de un salto me aparte de tan majestuoso piano. Salí de la habitación y me dirigí a la puerta.

En la puerta un ser tan maravillosamente perfecto me cegó con su belleza, era algo que jamás había visto. Pensé que nadie podía ser tan perfecto, que nadie podía llamar mi atención, pero llego él para cambiarlo todo.

Ni siquiera se había dado la vuelta completa cuando a mí ya me fascinaba, tal ves ese fue mi error, no pensar cuando estaba acerca de él o mas bien no pensar en otra cosa que no fuera en él.

Cuando estuvimos cara a cara me impacto lo blanca que era su piel, y las ojeras pronunciadas que tenia. El aspecto que tenia no era de una persona normal, él era un dios, era la belleza hecha hombre, era lo que nunca soñé y lo que ahora era realidad.

Se sacudió la ropa mojada y me miró con unos seductores ojos color miel que me inducían a perderme en ellos. No salí de mi admiración hasta que escuche su vos, dulce, aterciopelada, digna de su belleza.
- Hola –dijo alegre a pesar de estar empapado por la lluvia.
No supe que responderle, en esos momentos creo que mi cerebro quedo sin razonamiento alguno al ver semejante ser.
- Hola- dije casi sin aliento.
Me percate que él no seria mucho mayor que yo tenía apariencia juvenil.
- Me llamo Thomas. Tu debes ser Sophie ¿verdad?- Me pregunte si se lo habría preguntado al mi profesor de música.
- Sí, así me llamo.- le respondí con una sonrisa – Mucho gusto.
Paso por mi lado y me invito a la habitación donde se encontraba el gran piano, yo no me pude negar y lo seguí muy de cerca, quería tocarlo en ese momento era lo que mas deseaba, sentir su piel.

Entramos en la habitación y me ofreció una silla, él se sentó en otra y me dio la espalda por un momento, me pregunte que era lo que hacia. Luego me di cuenta que sacaba algo de la maleta que traía. Sacó un pequeño libro y me lo dio, el titulo rezaba “Piano para principiantes”, me sorprendí al darme cuneta que todo lo que decía en el índice, ya lo sabía hacer.
-Thomas- dije sin estar segura que mi llamado había sido audible.
-¿Que pasa? ¿No te gustan los libros?
-No, digo sí. Lo que pasa es que ya he interpretado el piano. Quiero decir no soy principiante.
-Bueno, ya vamos un paso adelante.-su voz me enloquecía era algo indescriptible, cada que me hablaba me hipnotizaba.
-No soy muy buena, solo tuve un tutor por seis meses, luego se fue del pueblo y no seguí con mis clases.
-¿Pero seguiste interpretándolo?
-Sí. Es mi forma de expresarme sin palabras.- cuando termine de decir eso me arrepentí. A nadie le había confesado mi pequeña verdad. Ahora cunado tocara el piano, él sabría según la tonada cuan desastrosa era mi vida.

Luego me dijo que las horas de clase serian de cuatro a seis de la tarde, cuando me imagine el poco tiempo que me quedaría para hacer mis deberes lo pensé un poco, pero me encontré con su mirada y se me olvidaron todo mis problemas. Es mas me pareció un sueño estar con Thomas dos horas todos los días entre semana. El piano, él y yo.

Mientras me dijo las fechas de la tutoría me fije que cada tres semanas exactamente se ausentaba. No le di mayor importancia y seguí escuchándolo. Cuando me pude despegar un momento de sus ojos miel tan seductores, mire mi reloj y casi doy un salto del susto que me dio por ver la hora que era. Eran las siete y media de la noche, mi padre seguro que estaba preocupado y muy pronto si no me reportaba, me saldría a buscar. No era una de las actitudes que más me gustaba de mi padre, pero lo comprendía o trataba hacerlo por que era por mi bien o así me lo había dicho durante toda mi vida.

De un salto me pare apresuradamente y él lo hizo igual preguntándome que había pasado. Le conté la historia de mi querido padre sobre protector y lo enfadado que se podría si no llegaba rápido a la casa. Tal vez si así lo pensara no me daría permiso para volver a mis clases. Y no pensaba exponerme de esa manera.

Me acompaño hasta la puerta como todo un caballero. Me despidió y me sostuvo la puerta hasta que yo salí, me di vuelta para mirarlo de nuevo, y hay estaba Thomas, el ser más perfecto que mis ojos habían visto el que me enamoro por una mirada.

Cuando me fui para mi carro me di cuenta que ya estaba muy oscuro. Prendí el motor y el ronroneo silencioso que empezó a escucharse ya me era familiar. Conduje un poco mas rápido de lo normal, ya me imaginaba a mi padre poniéndose un abrigo para el frió y preparado para mi búsqueda.

Me baje del carro y un leve rocío estaba cayendo, no tuve que molestarme en timbrar porque cuando me acerque a la puerta mi padre la abría con afán diciéndole a mi madre que me iría a buscar. De nuevo lo que dije se cumplió, mi familia era muy predecible y esta vez no me equivocaba. Ben, mi padre me dio la típica charla de “por tu bien no estés por la calle en la noche”. Intento asustarme como lo hacían con todos los turistas con sus historias de terror.
-Por favor Sophie sabes que por este lado del mundo se encuentran cosas extrañas, fuera de lo normal y no me gustaría que te asusten en la noche.
-Papá por favor! Ya déjame respirara un poco y te informo por que no se si lo sepas pero ya no creo en los cuentos de hadas y fantasía que solo existen en tu mente. Tengo la edad suficiente como para saber a que hora tengo que estar en mi casa. Y de los peligros que tu hablas, eso solo están en las paginas de los libros nada de lo que se dice en estas tierras tiene un fundamento bien argumentado.

Les desee buenas noche y me fui a mi habitación. A mi no me importaba que Ben fuera sobre protector, lo que me molesta es que me trate de estúpida y piense que asustándome podrá convencerme que este siempre en la casa. Por su puesto las palabras que yo decía siempre, formaban polémica entre Ben y yo pero él nunca discutía conmigo por que decía que cuando hablaba y me expresaba lo hacia de forma tal que la persona con la que estaba hablando quedaba sin palabras o sin tema para discutir. Por mi parte me gusta pensar antes de decir cualquier cosa, par mi es algo fundamental la inteligencia del hombre, es como el abismo que hay entre el saber absoluto y la ignorancia total.

Me fui a mi cama solo con un pensamiento. Thomas. Su cabello castaño claro y liso, sus ojos miel casi amarillos, su cara con rasgos de un dios griego, su piel era blanca, lisa, perfecta. Solo podía pensar en él, mi mente solo tenía su imagen.

El despertador sonó y mi rutina comenzó, baño, desayuno, despedida y al instituto. Laila me pregunto como me había ido en mi primera clase de piano y me limite a decirle que mi tutor se llamaba Thomas. Tome mis clases como cualquier otro día, pero hoy algo pasaba, no me podía concentrar, de un momento a otro encontré la parte de atrás de mi cuaderno de química llena de notas musicales. Creo que de nuevo mis sentimientos salían a flote por medio de la música y esta vez había sido por partituras.

Salí del colegio para mi casa a las tres de la tarde con mucha hambre. Entre a mi casa y ya estaba mi plato en la mesa con lo que más me gustaba acompañado de mi jugo favorito, jugo de mora. Adelante mis deberes y me aliste para mi segunda clase.

Pendí mi carro y salí de mi casa antes que mi padre y yo nos viéramos en vueltos en una nueva discusión. El recorrido se me hizo eterno esos veinte minutos me parecieron horas y la lluvia no ayudaba a subirme el animo. Cada que salía de mi casa me sentía tensa estresada quería hacer algo para relajarme y solo había una cosa que lograba hacerlo.

Llegue a mi clase con quince minutos de anticipación pensé que era el momento perfecto para liberar todo lo que tenia dentro. Entre y no encontré a Thomas. El momento era perfecto, me senté al frente del piano, muy indecisa, en esa habitación se respiraba paz, tranquilidad, me dispuse a interpretar una de mis tonadas favoritas. Era una tonada melancólica, triste, sonaba a como me estaba sintiendo en ese momento.

Sin darme cuenta alguien detrás mió aplaudió me sorprendí y me asuste, pensé que estaba sola y no me gusto saber que tenia compañía. Me di la vuelta lentamente y vi un rostro angelical. Era Thomas.
-No sabia que tocabas tan bien!
Me sonroje mucho y me sentí apenada. Pero él seguía con una sonrisa inescrutable.
- No. La verdad no soy muy buena, como te dije solo tuve unas cuantas clases.
-¿Esa partitura es tuya?
-Si.- dije con un susurro. Y de nuevo sentí que mi cara se ponía del mismo color que un tomate.
-Es muy hermosa…-me hizo un gesto para que me sentara y él se sentó en otra silla.-…pero suena algo triste. ¿La escribiste en un momento difícil?
-Se puede decir que mi vida es un constante momento difícil. Asegure.
-Ja! No creo que sea para tanto.- me miro incrédulo.
-Tu no conoces mi vida.- refunfuñe y me imagine que hubiera dicho alguien que me conociera. Me diría que tengo la vida perfecta que todos me envidian y querrían estar en mis zapatos. Y a mi me tocaba aguantar la farsa, sonreír y poner buena cara.
-Tienes razón. Pero si me cuentas que es lo que esta mal en tu vida, tal vez sirva de ayuda.- su voz me dio confianza pero aun así mis problemas eran míos y no se los pensaba contar. Hubo un silencio prolongado que alfil rompió. –esta bien entonces a lo que vinimos.

Se acerco al piano y me deleito un momento con lago que era de su autoría, cada nota era una dulce melodía que me llevaba a un mudo perfecto donde solo existía él. No me di cuanta cuando termino. Cuando volví a la realidad me encontré con unos ojos gatunos amarillentos, que me miraban fijamente. Me dio vergüenza y clave mis ojos en el piano.
-Ahora quiero que me demuestres lo que sabes hacer.- lo que sabia hacer, la verdad solo sabia encerrarme en mi propia soledad y tocar algo para mí.
-No, la verdad me da pena, tu eres un experto y yo apenas me se el himno a la alegría.- Se rió de mí, su risa era contagiosa, terminamos riéndonos de la estupidez que acababa de decir.